Washington confía
en que Pekín hará lo correcto para impedir que Corea del Norte acompañé su
retórica belicista con hechos.
ANTONIO
CAÑO Washington
Mientras prosigue sus preparativos militares
para responder a cualquier incidente imprevisto, Estados Unidos
confía en que China será capaz de impedir que el Gobierno de Corea del Norte
cometa una locura, y que esa colaboración podría servir incluso para definir
mejores relaciones entre las dos superpotencias en el futuro inmediato.
La tensión creada por el régimen
estalinista de Pyongyang no ha dejado de crecer desde hace ya
un par de semanas. Esta es una crisis curiosa en la que el joven líder norcoreano, Kim
Jong-un, interpreta el papel de un patético matón de bar a
quien nadie toma en serio por mucho que suba la voz y exhiba ferretería.
Estados Unidos confía en que China será capaz de
impedir que el Gobierno de Corea del Norte cometa una locura, y que esa
colaboración podría servir incluso para definir mejores relaciones entre las
dos superpotencias en el futuro inmediato
El peligro, como este domingo recordaba el senador
norteamericano John McCain, es que ese matón, atrapado en su propio
juego de amenazas, se vea forzado a cumplirlas, aunque solo sea para hacerse
merecedor de respeto entre sus secuaces, y el mundo se vea envuelto en una
guerra por accidente.
Ante ese riesgo, EE UU, que sería el obligado a parar los pies a Kim, ha movilizado parte de su flota
hacia la aguas de la península coreana y ha situado baterías de misiles en
lugares apropiados. Pero, al mismo tiempo, la Administración de
Barack Obama ha manejado en esta crisis de forma, por lo general, contenida y
prudente,escuchando las bravatas de su
enemigos sin concederles gran trascendencia. La última medida en este
sentido ha sido la de posponer una prueba de tres misiles intercontinentales
que debía de hacerse la próxima semana.
Oficialmente, el Gobierno norteamericano está siguiendo al segundo la
evolución del conflicto y ha recordado numerosas veces su responsabilidad en la
seguridad de Corea del Sur y de Asia. Pero EE UU no necesita en estos momentos
una guerra para demostrar su hegemonía ni ningún otro país en la región parece
interesado en interrumpir este periodo de estabilidad, crecimiento y
prosperidad del que se beneficia casi todo el continente.
EE UU no necesita en estos momentos una guerra para
demostrar su hegemonía ni ningún otro país en la región parece interesado en
interrumpir este periodo de estabilidad, crecimiento y prosperidad del que se
beneficia casi todo el continente
Una guerra, aunque fuera por accidente, tendría consecuencias
devastadoras para Corea del Sur, cuya capital, Seúl, está a poco más de 50
kilómetros de la frontera norcoreana y, por lo tanto, al alcance de toda la
artillería de sus rivales. Corea del Norte sería muy probablemente derrotado,
pero la península coreana y toda Asia sufrirían un enorme frenazo en su
desarrollo actual.
Por otra parte, una guerra obligaría a EE UU a movilizar y seguramente a
mantener durante algún tiempo una significativa cantidad de equipo militar,
tanto en Corea, que es vecino de China, como en otros países de la zona de
valor estratégico tanto para China como para EE UU, como Japón, Australia o
Filipinas.
Estas parecen razones suficientes como para que el régimen chino
contenga a Kim antes de que sea demasiado tarde. Pekín puede haber sido hasta
ahora un aliado de Pyongyang y puede, incluso, haber alentado la existencia de
un país que sirva de contención al proamericano Seúl. Pero una cosa es eso y otra
permitir que ese aliado acabe siendo la excusa para que EE UU construya una
mayor estructura militar en Asia.
Pekín puede haber sido hasta ahora un aliado de
Pyongyang y puede, incluso, haber alentado la existencia de un país que sirva
de contención al proamericano Seúl
Washington confía, por tanto, en que Pekín hará lo correcto y que eso
servirá también para generar confianza y cooperación entre las dos capitales.
El hecho de que esto se produzca al comienzo de la presidencia de Xi Jinping y
al principio del segundo mandato de Obama fue señalado por el consejero de
Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Tom Donilon, en una entrevista aThe New York Times, como una oportunidad para crear
un nuevo punto de partida.
De esa oportunidad depende, en realidad, el diseño del mundo que
conoceremos en las próximas décadas. China y EE UU son dos gigantes que
compiten y competirán aún más en el futuro. Que lo hagan en paz o en guerra
será determinante para toda la humanidad.
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