El Gobierno de Santos anuncia la muerte de un líder guerrillero poco antes del inicio del diálogo para buscar la paz.
Nadie dice que resultará fácil. Pero que las FARC hayan respondido reafirmando su disposición a un alto el fuego tras anunciar el Gobierno de Juan Manuel Santos la muerte en una operación militar de un guerrillero importante, Danilo García, es prueba de que Colombia está ante su mejor oportunidad para poner fin a este largo conflicto.
Ya ha sido un logro llegar a los puntos que habían negociado las dos partes durante varios meses. Ahora empieza lo más difícil. Las FARC dicen estar dispuestas a sentarse, a partir del 6 de octubre en Oslo, si previamente hay un alto el fuego recíproco, lo que pone al Gobierno en una complicada tesitura. El propio Santos ha pedido realismo y afirmado que las operaciones militares “van a continuar”. De momento, no puede ser de otro modo, so pena de que el Estado pierda credibilidad, no solo ante la guerrilla sino ante una sociedad escaldada por el aprovechamiento que hicieron las FARC de anteriores negociaciones. Que por vez primera un general retirado y un antiguo mando policial, ambos de peso, se integren en el equipo negociador es un paso que refuerza la posición del Gobierno ante los guerrilleros, ante la sociedad y ante los militares.
No se trata simplemente de que las FARC se desarmen y se desmovilicen. Son unos ocho millares de personas con capacidad de aguante en territorios a los que no llega el Estado. El anterior presidente, Álvaro Uribe, ahora rabiosamente en contra de estas negociaciones, hizo serios esfuerzos para colmar ese vacío que llenan las armas y el narco. Queda un gran esfuerzo que hacer a este respecto.
Muchas cosas han cambiado para las FARC. La transformación del mundo, su aislamiento y el ascenso de una generación de dirigentes más jóvenes con otros horizontes, incluso de vida política, subrayan que lo que fue la guerrilla más antigua del mundo es, ya desde hace tiempo, todo un arcaísmo.
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