Las protestas novedosas tienen un minuto de gloria que puede desinflarse.
Cambiar el sistema requiere de acciones tradicionales.
Los siete minutos de terror hasta que el robot Curiosity aterrizó en Marte se convirtieron en los siete minutos de triunfo. Después, el aparato tomó su rumbo y se espera de él que cumpla sus objetivos. Pero cuando el triunfo no pasa de siete minutos generalmente no alcanza su cometido. El líder jornalero andaluz Juan Manuel Sánchez Gordillo capitaneó el martes el asalto a un supermercado, donde se llenaron carros con comida para repartir entre la gente. La acción tuvo la trascendencia que cabe esperar de ciertas protestas: un minuto de gloria, o siete, o cuatro días de eco mediático. El mensaje llegó —hay gente que pasa hambre y ladrones de guante blanco— pero la cura de una situación como esta quizá requiere de remedios más eficaces.
En los últimos tiempos proliferan singulares formas de protesta, de la mano de las nuevas tecnologías algunas, vistosas todas, que elevan el mensaje por unas horas con tremenda efervescencia debido a la ayuda de los nuevos canales de comunicación. El grupo flamenco Flo6x8 ha tenido resonancia internacional por sus espectáculos de cante y baile en las oficinas de Bankia, lo mismo que el vídeo de las amas de casa interpretando macroeconomía en el patio común (Hablando en plata, se titula); los sindicatos también han recurrido a vigilias de poesía y cante; los antitaurinos saltaron al ruedo, las besadas de los grupos homosexuales, las marchas de ciclistas desnudos... Y el movimiento 15-M una exitosa y singular forma de protesta.
¿Singular? “Nuevo, nuevo, solamente puede decirse que es la organización de la protesta a través de las redes sociales, puesto que esta tecnología sí es nueva. Por lo demás, la historia está llena de reacciones de colectivos, no solo el obrero, similares: recordemos el ludismo, cuando se quemaban las máquinas”, dice el dirigente de CC OO Fernando Lezcano. O las mujeres paseando en pantalón, para desasosiego de los bienpensantes. Cierto. Pero es verdad que la Red ha traído algunas ventajas a las protestas, sobre todo en las convocatorias: “Permite reunir a mucha gente de distintas características en unas pocas horas, ponernos de acuerdo, lanzar un mensaje, eso es algo que los medios de comunicación tradicionales no favorecían”, dice Stéphane M. Grueso, cineasta, miembro del 15-M y famoso por su activismo. Pero hay un punto en el que se puede discrepar: en ese “ponernos de acuerdo” que cita Grueso. “Es verdad que Internet aporta un poder de convocatoria masiva y rápida, pero que puede ser como la espuma de la cerveza y venirse abajo en un rato, porque quizá no hay un programa de fondo que lleve a un fin”, opina Juan Carlos Revilla, profesor del departamento de Psicología Social de la Complutense. “Es justo lo contrario de lo que pasaba hace años, que se informaba de las protestas a través de la televisión, la radio, los periódicos, era más difícil el arranque, pero una vez en marcha se dirigía mejor, mucha gente compartía un objetivo común y era más probable alcanzarlo”, añade.
A esto también le pondría un matiz Stéphane M. Grueso, porque él cree que ahora la masa que protesta está más informada, gracias a las redes sociales: es lo que él llama alfabetización de ciudadanía. “La gente sale informada, no solo son muchos ciudadanos andando detrás de una consigna, saben por qué lo están haciendo, hay una alfabetización en la protesta”, dice. Gracias, también, a que la Red permite conectar con profesionales y expertos diversos que participan de la protesta aportando sus conocimientos. “De no ser así no podríamos haber montado el movimiento 15-M para Rato, que se trata nada más y nada menos que de poner una querella ante la Audiencia Nacional ”, dice Grueso. Por esa vía se evita que se disipe la espuma de la cerveza. “Claro, porque el 15-M se ha institucionalizado un poco, de alguna manera”, señala Revilla. Después de todo, el movimiento se tradujo finalmente en protestas clásicas, es decir, grandes manifestaciones y concentraciones. ¿Puede decirse, entonces, que languidecen las protestas tradicionales en favor de formas novedosas? “Son compatibles, pero creo que lo que realmente sirve de presión no es una acción más o menos llamativa, con su minuto de gloria, efímera. Lo que sirve, hoy como ayer, son las acciones que suman gente y generan conciencia colectiva. Y eso, a pesar de que se está creando un estado de opinión que acaba minando la conciencia de la gente. Cuando los políticos o los empresarios dicen que no modificarán su actitud por más huelgas o manifestaciones que se hagan no es verdad que no les incomoden. Claro que les afectan, lo que pasa es que tratan de protegerse, usan ese mensaje de forma disuasoria: si ceden de forma inmediata dan por victorioso al que protesta y corren el riesgo de que convoquen más. Pero al cabo de unos meses hay cambios y modificaciones, solo que las camuflan bajo excusas distintas”, señala el sindicalista Lezcano.
A pesar de ello, estos nuevos activistas defienden su “creatividad radical”. Los integrantes del grupo flamenco Flo6x8 ocultan sus identidades bajo pseudónimos y lo explican diciendo que la “confrontación de cuerpo y capital” tiene como objetivo “empoderar a la sociedad” y no la promoción artística personal.
Se consideran flamencos, artistas y activistas. Definen su protesta como flamenco de situación. “Bailar frente a un cajero es contexto, hacerlo dentro del banco es confrontar el arte con la realidad”, explican.
“Cualquier protesta es un acto de comunicación con un propósito concreto, una reacción ante algo que no nos complace. El objetivo es llegar al mayor número de personas y que sea eficaz”, resume Manuel Ángel Vázquez Medel, investigador y catedrático de Comunicación Audiovisual, Publicidad y Literatura en la Universidad de Sevilla. Vázquez Medel confirma que este fenómeno de protestas originales se produce porque “ante tantas voces, es más difícil el éxito”. Las crisis se suceden y es difícil hacerse oír. Hay que recurrir a fórmulas originales. En este contexto, la creatividad se convierte en el principal valor de las protestas. Un fenómeno que no es nuevo, pero que si ha adquirido una nueva dimensión donde prima esa “creatividad radical”. El profesor recurre para explicarlo a George Lakoff, un investigador de los sistemas conceptuales y lingüista colaborador de Obama. “Cuando alguien te provoca, lo normal es caer, entrar en el marco. Lo aconsejable es romper este marco y no ser reactivo sino proactivo”
Sacar las protestas del marco convencional es parte del éxito de las actuaciones de Flo6x8. Ellos han entrado en los bancos y convertido sus vestíbulos en escenarios multiplicando por miles sus espectadores a través de las grabaciones. Y han causado gran efecto.
Lezcano advierte, sin embargo, contra el “efectismo”. “Entiendo que hay circunstancias en las que se recurre a medidas de esta naturaleza”, dice en referencia al asalto al supermercado por parte de Sánchez Gordillo. “Y no creo que llamar la atención sea poca cosa, como las protestas de Greenpeace, por ejemplo, pero siempre pienso que a veces estas acciones dejan tranquila las conciencias de sus promotores y de los seguidores, pero, finalmente, no hacen mucho daño al sistema. Si de verdad se quieren cambiar las cosas, solo una acción de masas puede poner contra las cuerdas a los Gobiernos”, asegura.
Tampoco cree que estén agotadas las huelgas o las manifestaciones el secretario de Organización y Comunicación de UGT, José Javier Cubillo, aunque da la “bienvenida a otras fórmulas que llamen la atención siempre que sean respetuosas. “En determinadas huelgas de consumo que se proponen, por ejemplo, es difícil medir los daños y las consecuencias. Quizá la pérdida de imagen de una empresa o de una persona tiene más calado,pero hay que andar con tiento”, dice. La cadena de producción se ha roto y ahora una fábrica no produce de forma integral, desde el primero hasta el último tornillo, por eso, a un empresario le es más fácil vadear una huelga. “Es cierto, les incomoda, pero a veces le encuentran solución, porque la producción se ha deslocalizado”, afirma. Pero no cree que las protestas tradicionales estén agotadas.
O, como dice el profesor Revilla, “puede que la izquierda, o los sindicatos, que tradicionalmente han organizado las protestas en la calle, atraviesen una crisis de identificación con ellos, de cierto descreimiento, pero agrupar a mucha gente de forma muy rápida puede ser solo la espuma de la cerveza”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario