Bruselas
ofrece a Ankara una nueva vía de diálogo ante el bloqueo de las negociaciones
de adhesión.
Los turcos parecen
haberse cansado de viajar desde hace medio siglo hacia su particular Ítaca. El
sueño de la plena integración en Europa se desvanece en las encuestas: un 75%
de los ciudadanos apoyaban la adhesión a la UE en 2005, cuando arrancó oficialmente el
proceso negociador, frente al 52% que ahora sostienen la odisea europea deTurquía.
Esta es la impresión recogida por EL PAÍS durante un viaje a Estambul y Ankara
organizado esta semana por la
Unión Europea.
“El sentimiento
dominante aquí es la frustración”, reconoce Jean-Maurice Ripert, jefe de la Delegación de la UE en Ankara, la mayor
embajada del nuevo servicio exterior europeo.“Nos desanimamos cuando vemos que
se exime de visado en el espacio Schengen a algunos países de los Balcanes
mientras a nosotros se nos cierran las puertas”, se lamenta Hasan Gögüs,
responsable de las relaciones con la
UE en el Ministerio de Exteriores turco.
Europa ya no parece ser
el motor de las reformas en Turquía, como argumenta Serhat Guvenc, profesor de
Relaciones Internacionales en la Universidad Kadir Has de Estambul: “Tras más de dos
años de congelación absoluta de las negociaciones, la UE ya no está en primer plano
en una Turquía que vuelve la vista hacia Oriente como modelo de emulación
política y económica”.
Decimosexta potencia
mundial y sexta del espacio europeo, la economía turca creció un 11% el año
pasado mientras su deuda pública apenas roza el 50% de su Producto Interior
Bruto. Turquía emerge con fuerza frente a una Europa en declive. El año pasado
creó 1,5 millones de nuevos puestos de trabajo y más de 130.000 inmigrantes turcos
retornaron a su país desde la UE.
De los 35 capítulos del
proceso negociador lanzado en 2005, Ankara solo ha logrado abrir 13 mientras
otros tantos han sido bloqueados por Francia o Chipre y el resto ni siquiera ha
podido arrancar. Exactamente en ese mismo periodo, Croacia ha
logrado cerrar sin grandes contratiempos su programa de adhesión.
Bruselas ha tenido que
imaginar una salida novedosa para seguir amarrando a Turquía. Los intereses
estratégicos de la política exterior turca giran ahora en torno a Siria o Irán,
a las relaciones con China, que el jefe de Gobierno turco, Recep Tayyip Erdogan, se dispone a visitar por
primera vez.
“Lo importante es no
perder más tiempo y buscar vías alternativas ante el atasco”, aclara el
embajador de la UE
en Turquía, ”por eso se ha puesto en marcha la llamada 'agenda positiva', para
adelantar todo el trabajo posible en materia de armonización e integración de
Turquía con Europa”. Ripert advierte de que los procesos de negociación son
cada vez más complejos: “Con las reglas actuales en la UE , España hubiese tardado 15 o
20 años en cerrar su adhesión en vez de solo ocho años”.
Egemen Bagis, ministro
turco de Asuntos Europeos y jefe de las negociaciones con Bruselas, da por
bueno el recurso a la “agenda positiva”: “El 50% de nuestros intercambios
comerciales, el 60% de los turistas y el 85% de la inversión extranjera
proceden de la Unión ”.
Para Turquía, la nueva
“agenda” no es una alternativa política, sino técnica, al proceso de
negociación con una Europa que parece alejarse de sus expectativas. “El éxito
de la economía de Turquía y su creciente protagonismo internacional obedecen ya
a una dinámica interna nacional y no a las presiones de Bruselas ni al objetivo
de la integración en la UE ”,
razona Abdulhamit Bilici, columnista del diario Zaman, próximo al Gobierpo del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP, islamista moderado).
A pesar de la “agenda
positiva” las negociaciones turco-europeas amenazan con encallar de nuevo en el
segundo semestre de este año en la isla de Chipre, cuando
el Gobierno greco-chipriota de Nicosia asuma la presidencia de turno de la Unión. “No vamos a hablar
con Nicosia, simplemente, no les reconocemos”, zanja la cuestión el diplomático
Gögüs en la sede del Ministerio de Exteriores.
De los cambios que se
experimentan en la Turquía
que se aleja de Europa da buena idea la pugna interna por la nueva Ley de
Educación, aprobada el viernes en el Parlamento por la aplastante mayoría del
AKP. Los alumnos podrán incorporarse a las escuelas coránicas a los 10 años, en
lugar de a los 15, como hasta ahora. La oposición laica, que ha convocado
amplias protestas en Ankara acusa al Gobierno de pretender reislamizar las
aulas. El Ejecutivo asegura que solo intenta fomentar la formación profesional,
en la que se incluyen las escuelas de imanes.
Turquía ha recibido
6.000 millones de euros de fondos europeos de desarrollo regional desde 2004 y
cuenta con unos 900 millones para proyectos financiados por Bruselas, como el
tren de alta velocidad entre Estambul y Ankara, en cuya ejecución participan
empresas españolas. Como recordaba el poeta griego Constantino Kavafis, no es
tanto el destino, sino el viaje a Ítaca, lo que de verdad cuenta.
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