El
presidente de EE UU está en Seúl para participar en la Cumbre de Seguridad Nuclear
que se celebra a partir de mañana
Como sus predecesores en
la Casa Blanca, Barack Obama se
acercó este domingo a la franja desmilitarizada de 4 kilómetros que
divide de parte a parte la península coreana como una cicatriz para observar, a
través de unos prismáticos, la última frontera de la Guerra Fría. A menos
de ocho meses de las elecciones presidenciales, la imagen
podría haber reforzado su imagen de comandante en jefe que se preocupa por los
casi 30.000 soldados norteamericanos estacionados en Corea desde el alto el
fuego de 1953, pero hoy se trataba de algo más que un reclamo electoral.
El régimen de Pyongyang
acaba de anunciar que a mediados de abril lanzará un satélite al espacio para
conmemorar el centenario del nacimiento del padre de la patria y
fundador de la dinastía, Kim Il-sung. Los países vecinos, y también
EE UU, creen que el lanzamiento disfraza en realidad la prueba de un misil de
largo alcance capaz de transportar cabezas atómicas.
Se trata de un jarro de
agua fría después de que, el 29 de febrero, Washington y Pyongyang anunciaran un acuerdo por el que el segundo se
comprometía a aceptar una moratoria de su programa nuclear a cambio de la
entrega de 240.000 toneladas de alimentos.
En una rueda de prensa
con el presidente surcoreano, Lee Myung Bak, Obama ha advertido de que será
“muy difícil” mantener esta ayuda si Corea del Norte se empecina en incumplir
sus compromisos y violar las resoluciones de Naciones Unidas. “No podemos
recompensar el mal comportamiento”, subrayó, tras señalar que este camino llevará
a Corea del Norte a un mayor aislamiento internacional y amenazar con nuevas
sanciones.
La provocación de Corea
del Norte no puede llegar en peor momento, en vísperas de la cumbre de
seguridad nuclear que mañana y el martes reúne en Seúl a más de 50 mandatarios
de todo el mundo y cuando Washington intenta persuadir a Israel de que aparque
una hipotética operación militar contra las instalaciones atómicas iraníes y dé
una última oportunidad a las presión diplomática. “Creo que aún hay margen de
tiempo para una solución diplomática, pero se está agotando”, ha dicho el
presidente estadounidense tras reunirse con el primer ministro turco, Recep
Tayyipp Erdogan.
No está claro si el
endurecimiento en la actitud de Corea del Norte responde a una apuesta para
subir el precio de su desarme nuclear o a una lucha por el poder en el seno de
la hermética dictadura comunista. Incluso el presidente de EE UU reconoció que
no se sabe quién manda de verdad en Corea del Norte a los 100 días de la súbita
muerte de King Jong-il y la entronización de su hijo, Kim Jong-un. Obama
aprovechará la cita de Seúl para intentar convencer a su homólogo chino, Hu
Jintao, de que ejerza toda su capacidad de influencia para que Pyongyang dé
marcha atrás en esta nueva provocación.
También se despedirá del
hasta ahora presidente ruso, Dmitri Medvedev, que será sustituido en mayo por
Vladimir Putin. Con el primero ha mantenido Obama una relación amistosa, casi
cordial, pero les siguen separando contenciosos como el de Irán, Siria o el
escudo antimisiles de la OTAN.
Y es que el sueño de un mundo sin armas nucleares, que Obama
dibujó en abril de 2009 en Praga, parece hoy más lejano que nunca.
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