Bruselas rechaza el ingreso de un país dividido para no repetir el caso de Chipre
EL PAÍS/ Ricardo Martínez de Rituerto/ Bruselas
Serbia es ya definitivamente candidata al ingreso en la Unión Europea después de que ayer Rumanía levantara sus últimas objeciones al suscribir con Belgrado un acuerdo que ofrece garantías adicionales a la minoría valaca de origen rumano en Serbia. La decisión, que se hará hoy viernes oficial en las conclusiones del Consejo Europeo, supone abrir la puerta de la UE al país balcánico, que cruzará el umbral comunitario en un futuro lejano e indeterminado y siempre que haya resuelto sus dificultades con Kosovo. La UE no quiere importar con Serbia el conflicto de Kosovo, aprendida la lección de la admisión de Chipre con la que se introdujo en la Unión el contencioso de la parte de la isla ocupada por Turquía.
Las objeciones rumanas a Serbia aparecieron de forma imprevista a principios de semana, en la reunión en que los ministros de Exteriores de al UE analizaron la candidatura de Belgrado. Bucarest hizo bandera de la defensa de minoría valaca, cifrada en 30.000 personas, según fuentes diplomáticas, y reclamó para ella garantías firmes.
Pese a que en ningún momento hiciera alusión a su constantemente pospuesta entrada en el área de Schengen, a la que se oponen los Países Bajos, medios diplomáticos establecían una relación causal entre Serbia y Schengen y veían el veto rumano como una represalia por la vejación de no ser admitida en Schengen. Al final se impuso la razón y se encontró una solución de compromiso que evitó a Rumanía chocar con todos los demás socios de la Unión, un lujo que no puede permitirse. Es más, con la firma del acuerdo de protección a los valacos el presidente Traian Basescu podrá volver a Bucarest sacando pecho.
Ayer fue un día grande para Serbia. El país logra la condición de candidato a la Unión poco más de dos años después de solicitarlo
Para Serbia, el de ayer resultó un día grande. El país logra la condición de candidato a la Unión poco más de dos años después de presentar su solicitud, a finales de 2009. La Comisión la avaló el pasado octubre a expensas de que Belgrado encarrilara sus relaciones con Pristina, pero el verano y otoño calientes de 2011, que dejaron heridos a soldados alemanes y austriacos de la KFOR, la fuerza de la OTAN en Kosovo, hicieron que el Consejo Europeo de diciembre castigara a Serbia y dejará para otro momento su decisión.
El momento ha llegado ahora, ayudado por el acuerdo alcanzado la pasada semana, en Bruselas y con mediación europea, por serbios y kosovares mediante el que Belgrado accede a que Pristina participe con su bandera en una treintena de foros regionales y ambas partes acuerdan poner en marcha controles fronterizos conjuntos, la causa del conflicto veraniego. La nueva condición de Serbia “es un gran logro consecuencia de los avances entre Belgrado y Pristina”, dijo anoche el presidente del Consejo, Herman Van Rompuy.
La candidatura de Serbia coloca al país exyugoslavo en el mismo grupo en que están ya Macedonia y Montenegro (Bosnia Herzegovina con su permanente semicaos institucional sólo puede soñar con esa candidatura), pero no dice nada sobre su futura integración en el club comunitario del que ya es miembro Eslovenia y lo será el 1 de julio de 2013 Croacia. Zagreb fue reconocido candidato en junio de 2004, comenzó a negociar los términos de su adhesión en octubre de 2005, los concluyó en junio de 2011 y será socio en julio de 2013. Nueve años en total. El mismo día que comenzó a negociar Croacia lo hizo Turquía, que desde entonces apenas ha avanzado, y había sido admitido como candidato en 1999.
Cada país tiene su propia casuística y así como a Turquía le frena, entre otras cosas, el conflicto de Chipre (un país que ocupa parte de otro que es socio de la Unión no puede ser miembro) la candidatura serbia está desde ahora vinculada a la evolución de los acontecimientos en Kosovo, cuya independencia unilateral de 2008 no reconocen ni Serbia ni otros cinco países de la UE, España entre ellos. La última cosa que puede permitirse la Unión es un nuevo conflicto interno, lo que también obliga a Serbia a buscar un acomodo con Kosovo si quiere entrar en el club comunitario.
Resuelta la cuestión serbia, la entrada de Rumanía y Bulgaria en la zona de la zona de libre circulación de Schengen vuelve a ser un asunto con entidad propia y sin vinculaciones artificiales. El primer ministro holandés, Mark Rutte, cabeza de un Gobierno de coalición centroderechista con apoyo parlamentario del radical Geert Wilders, mantiene que “Bulgaria y Rumanía no han hecho lo suficiente” para participar en Schengen, una estructura basada en la confianza de los socios sobre la capacidad de los otros de controlar sus fronteras externas y la inmigración. “Con todos los problemas que tenemos con la fronteras de Grecia…”, apunta Rutte.
En conversaciones a tres entre Rutte, el presidente Basescu y el primer ministro búlgaro, Boyko Borisov, en presencia de Van Rompuy se acordó ayer que el “consejo de ministros de Justicia e Interior del próximo mes de septiembre decida sobre el asunto y que de aquí a entonces se tomen y apliquen las medidas necesarias para asegurar que este acceso [a Schengen] no causará ningún problema”, según Van Rompuy. “Hay fuerte voluntad política de terminar el trabajo en septiembre”. Una hipotética decisión positiva en septiembre permitirá al Consejo Europeo de octubre abrir la puerta de Schengen a Bulgaria y Rumanía.
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