El
presidente alude ante Xi Jinping a la obligación de respetar las reglas
comerciales y los derechos humanos
En su encuentro con el
hombre destinado a dirigir los destinos de China en la próxima década, que
probablemente será la de la confirmación de su ascenso al primer plano mundial,
Barack Obama recordó al vicepresidente Xi Jinping que su país está obligado a jugar
“con las mismas reglas” que el resto, tanto en lo que se refiere a la
competencia económica como al cumplimiento de los derechos humanos y otras
responsabilidades internacionales.
Xi llegó este martes a la Casa Blanca entre una
enorme expectación por conocer al hombre con el que habrá que entenderse en el
futuro en la tarea de construir un mundo más pacífico y más justo. Se valora
muy positivamente este gesto suyo de presentarse en Washington antes de ser
elevado a la cúspide del Gobierno en los próximos meses. Pero, al margen de la
esperanza que ese relevo despierta, Obama recordó a Xi la enorme tarea que
tiene por delante para convertir el poder que China acumula en una influencia
positiva en beneficio del conjunto de la Humanidad.
El presidente norteamericano
elogió “el asenso pacífico” de China, pero advirtió de que “ese extraordinario
desarrollo de las dos últimas décadas, esa expansión del poder y la
prosperidad, trae consigo un aumento de las responsabilidades” con la comunidad
internacional.
“Queremos trabajar con
China”, dijo Obama, “para estar seguros de que todos funcionan de acuerdo a las
mismas reglas cuando actuamos en el sistema económico mundial, y eso incluye
asegurarnos de que existe un comercio equilibrado, no solo entre EE UU y China,
sino entre China y el resto del mundo”.
“Sobre el asunto
fundamental de los derechos humanos”, añadió el presidente, “seguiremos
destacando que creemos en la importancia de reconocer las aspiraciones y los
derechos de todos los pueblos”.
Obama
recordó al vicepresidente Xi Jque su país está obligado a jugar “con las mismas
reglas” que el resto
Xi no contestó a
ninguna de estas alusiones. Se limitó a recordar la política oficial de que el
Gobierno de Pekín quiere establecer con EE UU “una alianza de cooperación
basada en el respeto y los intereses mutuos”.
Tampoco se esperaba
mucho más. Esta no es una visita destinada a firmar acuerdos. Este viaje está
concebido para establecer contacto personal y para que el próximo mandatario
conozca con detalle la agenda política de Washington.
Con ese propósito,
además de conversar con Obama y con el vicepresidente, Joe Biden, Xi
visitó el Pentágono, el Departamento de Estado y el Capitolio. En los
próximos días viajará a California y a Iowa, donde ya estuvo hace años como
joven estudiante. “Espero acercarme a un amplio abanico de la sociedad
norteamericana”, manifestó el vicepresidente chino.
Ese acercamiento puede
ser muy útil en el futuro para evitar malentendidos y obstáculos que, a veces,
son debidos a la enorme distancia cultural entre estas dos grandes naciones.
Pero, de momento, Xi ha podido observar que las relaciones inmediatas entre
China y EE UU están amenazadas por una serie de discrepancias que impiden una
colaboración más estrecha.
Esas discrepancias se
ven potenciadas en un periodo electoral. EE UU también elige presidente este
año, pero aquí se elige de una manera distinta a la de China. Aquí vota la
gente después de escuchar a varios candidatos exponer todo tipo de argumentos,
algunos de ellos demagógicos o falsos. Recientemente se ha creado una cierta
polémica por la emisión de un vídeo de la campaña de un candidato republicano
en Michigan en el que una joven asiática recordaba con gratitud que los chinos
son cada día más ricos gracias a que los norteamericanos son cada día más
pobres.
Ese axioma de que el
crecimiento de China es a costa de EE UU es uno de los ejes de esta campaña
electoral. Y esa es una de las razones por las que Obama se vio obligado hoy a
recordar que China tiene que situar su moneda en la cotización que merece y que
tiene que renunciar a la práctica de la piratería industrial para obtener el
reconocimiento que reclama.
EE UU va a seguir
presionando en esa materia, pero tiene que hacerlo con la delicadeza suficiente
como para no añadir incertidumbre a una economía china que está dando los
primeros síntomas de desaceleración.
El otro terreno de
posible confrontación es el de la política. Además de los derechos humanos, la Administración
norteamericana critica el trato que las autoridades chinas dan a sus diversas
minorías. Un grupo de unas 200 personas permaneció este martes en la puerta de la Casa Blanca durante la
visita de Xi para protestar por la represión contra el pueblo del Tibet.
El reciente veto de
China a la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU sobre Siria es la última
prueba de los intereses discrepantes en varias regiones del mundo. Aunque la
nota dominante de los contactos de hoy fue, como declaró Biden, “la obligación
de trabajar juntos”, eso no va a ser fácil en un momento en que Obama acaba de
anunciar como estrategia prioritaria de EE UU la de consolidar su presencia,
económica, política y militar, en Asia.
Por mucho que Xi sea
considerado aquí más pronorteamericano que el actual presidente, Hu Jintao, el
próximo líder tendrá que actuar en el seno de un partido y un país en los que
el despegue económico ha alentado también un incremento del nacionalismo y del
orgullo patriótico.
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