Se
desvanece el candidato más viable, Romney, ante el ascenso del más conservador,
Santorum.
El Partido Republicano
vive estos días al borde del precipicio, mientras ve como se desvanece su
candidato presidencial más viable, Mitt Romney, ante el acoso de un ultra
conservador como Rick Santorum cuya nominación equivaldría a presentarle al
país una alternativa extremista con escasas posibilidades de obtener la
victoria. Aún peor, un éxito de Santorum en las próximas citas de las primarias
podría dar lugar a una división interna con riesgo de extenderse hasta la misma
Convención del verano.
Después de casi dos meses de campaña electoral y nueve
primarias celebradas, se ha llegado al punto más temido por la
dirección republicana: un partido incapaz de encontrar un candidato creíble y
una feroz batalla interna entre moderados y conservadores radicales.
Nadie está aún en
condiciones de predecir cómo puede concluir ese conflicto, pero ya se vislumbra
que ninguno de los competidores por la nominación alcanzará el respaldo
suficiente para unir a toda la oposición, y no se descarta la posibilidad de
que aún haya que buscar una alternativa diferente capaz de recomponer el consenso.
Mientras tanto, Barack Obama asciende hasta el 50% de popularidad en las últimas encuestas, favorecido
por una situación económica que empieza a ofrecer señales consistentes de
recuperación.
Romney está echando el
resto –dinero y energías- en Michigan, consciente de que una derrota allí en
las primarias del próximo día 28 podría suponer el final de sus aspiraciones
presidenciales. Michigan es la tierra natal de Romney y el Estado donde su
padre, George Romney, ejerció como un popular gobernador. Si no es capaz de
derrotar ahí a Santorum, que actualmente marcha primero en los sondeos, el
partido puede entender que, simplemente, no está en condiciones de ser
nominado.
Michigan es, además, un
termómetro de otros Estados industriales del medio oeste que son determinantes
para la victoria en noviembre, como Ohio, donde Santorum es también el favorito
en estos momentos.
Tras su victoria en
Florida, todo indicaba que el camino hacia el triunfo final estaba despejado
para Romney. Parecía que, por fin, las fuerzas conservadoras lo habían aceptado
como la mejor baza para derrotar a Obama debido a su presunta capacidad para el
atraer el voto centrista.
Pero no ha sido así. El
rechazo que desde el comienzo de esta campaña ha mostrado hacia él el sector
conservador del partido, movilizado por el Tea Party, ha
persistido. Santorum obtuvo tres sorprendentes victorias en Colorado, Minnesota
y Missouri, y ahora los conservadores lo ven como su hombre, igual que antes
vieron a Newt Gingrich.
Gingrich tampoco ha
desaparecido de la escena. Ganó en Carolina del Sur y es favorito a la victoria
en Georgia en el supermartes, el 6 de marzo, lo que le
convertiría en el preferido en los Estados del sur. Todavía se siente con
posibilidades de disputarle a Santorum el trono del radicalismo. Pero si ambos
unen fuerzas en algún momento contra Romney, la posición del exgobernador de
Massachusetts puede ser aún más débil.
Romney tiene el mismo
problema que ha tenido desde el primer día: la gente no se lo cree. Es
correcto, habla bien, es fotogénico, pero parece artificial. Con toda su
rudeza, Gingrich o Santorum parecen decir hoy lo mismo que dirían si no fueran
candidatos presidenciales. Romney, en cambio, parece decir lo que hay que decir
para ser el vencedor.
Gingrich, que fue la
primera opción conservadora, está fuertemente lastrado por un controvertido
pasado personal y político. Santorum, sin embargo, con sus chalecos de lana y
su gesto bondadoso, aparece como una figura limpia de toda sospecha. Es el ángel
con el que soñaba el Tea Party.
Pero, al margen de ese
valor onírico que le atribuyen los fanáticos, ¿quién es Santorum?
Políticamente, un desastre. En 2006 perdió su escaño del Senado por Pensilvania
por 18 puntos de diferencia. Cuando entró en esta campaña electoral nunca llegó
al 10% de respaldo, y su índice de reconocimiento en el conjunto del país era
todavía más bajo.
Su mayor respaldo en la
actualidad proviene de los que se llaman “conservadores morales”. En asuntos
como aborto, anticonceptivos, matrimonio homosexual y familia está todo a la
derecha que es concebible estar. Educa a sus siete hijos en casa para librarlos
de las influencias negativas de la escuela. Su esposa continuó el embarazo de
un feto que había sido diagnosticado con una enfermedad incurable y que murió a
las dos horas de nacer.
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