Intervención aliada en Libia
El presidente de EE UU aboga por el multilateralismo y el uso limitado de la fuerza
EL PAÍS/ ANTONIO CAÑO - Washington -
El liderazgo norteamericano, de acuerdo a la doctrina que Barack Obama trata de poner en práctica en Libia, está basado en la protección universal de los valores que rigen en EE UU -aun cuando no haya intereses nacionales vitales amenazados-, en el uso prudente y limitado de la fuerza militar y en la búsqueda del mayor respaldo y legitimidad internacional posibles. Es exactamente, según palabras del presidente, la teoría contraria a la que el movimiento neocon aplicó en Irak.
Después de varios días de silencio y una sucesión de quejas del Congreso por haber sido prácticamente ignorado, Obama se dirigió el lunes por la noche a la nación para defender su decisión de intervenir en Libia en la forma exacta en que lo ha hecho, sin suficiente motivo, según algunos, o sin la debida energía, según otros. Con ese fin, Obama definió lo que él llamó "el uso del poder militar de Estados Unidos y su liderazgo global en el mundo bajo mi presidencia", basado en tres pilares fundamentales:
- Un nuevo concepto de los intereses nacionales. "Habrá ocasiones", dijo, "en las que nuestra seguridad no se vea directamente amenazada, pero nuestros intereses y nuestros valores sí". Libia es un ejemplo. Muamar el Gadafi estaba a punto de cometer una matanza en Bengasi. El mismo dictador había anunciado que no habría compasión con los rebeldes. "No se corresponde con nuestros intereses nacionales permitir que eso pase. Me niego a que eso pase", manifestó Obama, corrigiendo ligeramente a uno de los principales miembros de su Administración, el secretario de Defensa, Robert Gates, que el fin de semana anterior había declarado que Libia "no es de interés vital para Estados Unidos". "El liderazgo norteamericano se medirá en última instancia por sus ideales", aseguró el presidente.
- Uso limitado de la fuerza. "Ampliar nuestra misión militar (en Libia) para incluir el cambio de régimen hubiera sido un error", afirmó Obama. "La coalición se habría dividido, hubiéramos tenido que poner tropas sobre el terreno, los peligros a los que hubieran tenido que hacer frente nuestros soldados hubieran aumentado, así como nuestra responsabilidad en los acontecimientos sucesivos... Estados Unidos no puede hacer uso de la fuerza militar en cualquier lugar en el que hay represión. Dados los costes y los riesgos de una intervención tenemos que buscar siempre un equilibrio entre nuestros intereses y la necesidad de actuar". Esta teoría ha provocado críticas de inmediato. El senador republicano John McCain declaró ayer que Gadafi "se debía de sentir muy aliviado" al saber que Obama no pretendía forzar un cambio de régimen en Libia.
- Responsabilidades compartidas con el mayor número de países. "El liderazgo norteamericano", explicó el presidente, "no consiste en ir solos y cargar con todo el peso. El verdadero liderazgo es crear las condiciones y las coaliciones para que otros se sumen también; trabajar con aliados y socios para que asuman su parte de carga y su parte del coste, para que los principios de justicia y dignidad humana sean defendidos por todos".
Obama no mencionó la autorización de Naciones Unidas como uno de los ingredientes necesarios para la actuación militar de su país. Citó la resolución de la ONU sobre Libia como ejemplo de la conveniencia de actuar con el mayor respaldo internacional posible, pero no como una condición imprescindible.
La doctrina Obama nace de la necesidad y de la experiencia. Obama ha enviado al Congreso un presupuesto que incluye una reducción de 53.000 millones de euros del gasto del Pentágono y es consciente de la prioridad política que representa la reducción del déficit y de la deuda nacional. Las aventuras militares son caras -un billón de dólares en Irak, más aún en Afganistán cuando esa guerra acabe- y EE UU no se las puede permitir hoy con la misma alegría que en el pasado.
Esos dos últimos conflictos han marcado los límites de la actuación militar de EE UU no solo en términos económicos. También en términos políticos y estratégicos. De acuerdo con lo expuesto por Obama, el objetivo de su Administración será, como está haciendo en Libia, contribuir a paliar una tragedia humanitaria pero no puede embarcarse en derrocar un Gobierno que le disgusta -Irak- o en construir un sistema político desde las cenizas de una guerra -Afganistán-.
EL PAÍS/ ANTONIO CAÑO - Washington -
El liderazgo norteamericano, de acuerdo a la doctrina que Barack Obama trata de poner en práctica en Libia, está basado en la protección universal de los valores que rigen en EE UU -aun cuando no haya intereses nacionales vitales amenazados-, en el uso prudente y limitado de la fuerza militar y en la búsqueda del mayor respaldo y legitimidad internacional posibles. Es exactamente, según palabras del presidente, la teoría contraria a la que el movimiento neocon aplicó en Irak.
Después de varios días de silencio y una sucesión de quejas del Congreso por haber sido prácticamente ignorado, Obama se dirigió el lunes por la noche a la nación para defender su decisión de intervenir en Libia en la forma exacta en que lo ha hecho, sin suficiente motivo, según algunos, o sin la debida energía, según otros. Con ese fin, Obama definió lo que él llamó "el uso del poder militar de Estados Unidos y su liderazgo global en el mundo bajo mi presidencia", basado en tres pilares fundamentales:
- Un nuevo concepto de los intereses nacionales. "Habrá ocasiones", dijo, "en las que nuestra seguridad no se vea directamente amenazada, pero nuestros intereses y nuestros valores sí". Libia es un ejemplo. Muamar el Gadafi estaba a punto de cometer una matanza en Bengasi. El mismo dictador había anunciado que no habría compasión con los rebeldes. "No se corresponde con nuestros intereses nacionales permitir que eso pase. Me niego a que eso pase", manifestó Obama, corrigiendo ligeramente a uno de los principales miembros de su Administración, el secretario de Defensa, Robert Gates, que el fin de semana anterior había declarado que Libia "no es de interés vital para Estados Unidos". "El liderazgo norteamericano se medirá en última instancia por sus ideales", aseguró el presidente.
- Uso limitado de la fuerza. "Ampliar nuestra misión militar (en Libia) para incluir el cambio de régimen hubiera sido un error", afirmó Obama. "La coalición se habría dividido, hubiéramos tenido que poner tropas sobre el terreno, los peligros a los que hubieran tenido que hacer frente nuestros soldados hubieran aumentado, así como nuestra responsabilidad en los acontecimientos sucesivos... Estados Unidos no puede hacer uso de la fuerza militar en cualquier lugar en el que hay represión. Dados los costes y los riesgos de una intervención tenemos que buscar siempre un equilibrio entre nuestros intereses y la necesidad de actuar". Esta teoría ha provocado críticas de inmediato. El senador republicano John McCain declaró ayer que Gadafi "se debía de sentir muy aliviado" al saber que Obama no pretendía forzar un cambio de régimen en Libia.
- Responsabilidades compartidas con el mayor número de países. "El liderazgo norteamericano", explicó el presidente, "no consiste en ir solos y cargar con todo el peso. El verdadero liderazgo es crear las condiciones y las coaliciones para que otros se sumen también; trabajar con aliados y socios para que asuman su parte de carga y su parte del coste, para que los principios de justicia y dignidad humana sean defendidos por todos".
Obama no mencionó la autorización de Naciones Unidas como uno de los ingredientes necesarios para la actuación militar de su país. Citó la resolución de la ONU sobre Libia como ejemplo de la conveniencia de actuar con el mayor respaldo internacional posible, pero no como una condición imprescindible.
La doctrina Obama nace de la necesidad y de la experiencia. Obama ha enviado al Congreso un presupuesto que incluye una reducción de 53.000 millones de euros del gasto del Pentágono y es consciente de la prioridad política que representa la reducción del déficit y de la deuda nacional. Las aventuras militares son caras -un billón de dólares en Irak, más aún en Afganistán cuando esa guerra acabe- y EE UU no se las puede permitir hoy con la misma alegría que en el pasado.
Esos dos últimos conflictos han marcado los límites de la actuación militar de EE UU no solo en términos económicos. También en términos políticos y estratégicos. De acuerdo con lo expuesto por Obama, el objetivo de su Administración será, como está haciendo en Libia, contribuir a paliar una tragedia humanitaria pero no puede embarcarse en derrocar un Gobierno que le disgusta -Irak- o en construir un sistema político desde las cenizas de una guerra -Afganistán-.
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