Majestuoso testimonio de un poder agostado

Majestuoso testimonio de un poder agostado

miércoles, 18 de junio de 2014

FRAGMENTOS DE LA COMPLEJIDAD*



A propósito de los debates actuales sobre la reestructuración de la deuda argentina y las pretensiones de cobro de los holdouts, y con prescindencia de las estrategias políticas seguidas en la materia por parte del Gobierno Nacional, es necesario dar cuenta de la lógica predatoria que impera en los mercados financieros internacionales cuya autonomización está jaqueando el propio sistema político instituido desde la Paz de Westfalia (1648). Aquí, unos fragmentos que intentan echar luz sobre los cambios acaecidos en la naturaleza misma de la relación que supo estructurar el sistema político y el sistema económico: 

... 
     Hoy el problema está centrado en el hecho que
las masas proletarias no forman parte del sistema,
están excluidas del proceso económico y social, y
su número creciente no distingue raza, sexo, ideología
ni religión. El capital, especialmente el capital
financiero, se reproduce automáticamente, no
necesita del trabajo para obtener su plusvalía, su
espacio es virtual en el rico mundo de los negocios,
su composición en el portafolio de activos es crecientemente
intangible, su carácter dominante por
naturaleza llegó hasta el punto de autonomización
de las situaciones laborales, sociales y ambientales
que lo condujo a un aislamiento casi total de la
vida, su condición es anónima en el gran sistema
financiero nacional e internacional, y su expresión
visible en moneda como signo representativo del
valor de las cosas está a punto de desaparecer.
Y no es que tenga, o haya tenido, vida propia,
sino que su razón instrumental ha mutado. Lo
que se ha roto definitivamente es la relación capital-trabajo,
y se instauró una nueva lucha, mucho más
sorda y lejana para los oídos del capitalismo, pero
mucho más potente y cercana para los tímpanos
de millones de seres humanos que en el orbe han
perdido su oportunidad de realización.

     Se ha establecido, y nada parece que vaya a
cambiar ese rumbo, una conflictividad mucho más
densa y más compleja, cuya piedra de toque se encuentra
en los términos inclusión-exclusión y cuya
expresión nodal está en los pliegues mismos de la
humanidad.
Mientras la inmensa mayoría lucha denodadamente
por sobrevivir, literalmente hablando,
otros se encuentran amenazados caminando sin
red en la línea de flotación, y una minoría selecta
y cada vez más reducida pueden disfrutar sine die
los supuestos placeres que brindan los tecnoparaísos
del capitalismo finisecular, para usar una expresión
de Rifkin (1997, Op. cit.: p. 67).
Esta descomposición de la relación iniciática
está produciendo un descentramiento del sistema de
tal magnitud que el conflicto se da dentro y fuera
de él, con la emergencia de numerosas y amplias
zonas grises aún dentro de los propios países desarrollados.
Una lucha intra sistema para continuar
incluidos, que ya no es por la apropiación de los
medios de producción sino simplemente por la
prolongación de su estadía más o menos transitoria
dentro de los cánones cambiantes y flexibles de
la “sociedad inteligente”, que dispara una carrera
alocada cuyos únicos trofeos son la adecuación a
las nuevas tecnologías y la actualización del conocimiento
que al momento de su aprendizaje e
internalización ya quedaron desfasadas u obsoletas,
en una competencia sin cuartel por un lugar
que otro reclama para sí (que en mucho se parece
al juego de la silla), y a la caza mayor de alguna
oportunidad que en la supervivencia del más apto
pueda salvarlos del marasmo que tarde o temprano
sobrevendrá, incluso para muchos de los que
hoy creen tener asegurado su porvenir.

     Pero también hay otra lucha, la que se da fuera
de los muros del sistema, la lucha darwinista por
la supervivencia, que pone a prueba la resistencia,
que reta la voluntad, que desafía la imaginación,
pero que también ultraja la dignidad, la justicia y
la humanidad, y finalmente termina por quebrar la
propia esperanza.
Esta lucha, de no menor intensidad pero mucho
más dramática puesto que está en juego la
vida misma, se da entre los que quedaron fuera de
las islas de prosperidad, librados a su suerte y a la intemperie
en el ancho mar de la pobreza. Es una lucha
entre pobres, los desposeídos del sistema, sin
ley, sin norma, sin reglas, donde el Estado ha resignado
su papel arbitral, tutelar y providencial, y
en su expresión extrema, es sustituido por la ley del
más fuerte, que no tiene regulación, no tiene límites
salvo el que pueda oponer otro adversario tan o
más fuerte que él; es el retorno al estado de naturaleza
primitivo pero degenerado, producto del
fracaso del Leviatán originario, de la codicia y de la
corrupción de la propia sociedad que el hombre ha
creado, como sólo Hobbes en sus miedos siempre
alertas se hubiera imaginado; es el reino de los que
no tienen voz, de los hacinados, de los errantes,
de los olvidados, de los mendicantes…, y de los
que también en su debilidad y desesperación caen
presos de las lacras y las miserias lacerantes que
interpelan a la misma humanidad.
Y esta realidad omnipresente, muestra impiadosa
en las sociedades opulentas sus dos caras,
dramáticamente evanescentes: frente a las luces de
sus coquetos paseos, sus imponentes rascacielos,
y sus burbujeantes excesos, emergen las sombras
de sus peligrosas callejuelas, de sus improvisadas
taperas, y de sus dolientes carencias; están reflejadas
por doquier en las villas miserias argentinas,
en las favelas brasileñas pero también en zonas de
los guetos parisinos y del Bronx neoyorkino.

* Extracto del libro Fragmentos Esfumados de la Complejidad.
   Autor: Rubén Galleguillo

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