MIAMI.-
Cuando el ministro de Defensa ruso, Sergei Shoigu, dijo hace tres semanas que
Rusia está negociando establecer bases militares en
Venezuela, Nicaragua y Cuba, muchos de nosotros no lo tomamos muy en serio: lo
descartamos como un comentario privado de un funcionario de alto rango que
quizás se había bebido una copa de vodka de más.
Sin embargo, después de la anexión rusa de Crimea,
en medio de crecientes especulaciones de que estamos volviendo a los días de la
Guerra Fría, y tras los reportes de prensa de que una nave de inteligencia rusa
-el Victor Leonov SS-175- realizó una visita no anunciada a La Habana días
atrás, es preciso reexaminar si habría que tomar más en serio las palabras del
ministro de Defensa ruso.
Según la noticia de la agencia rusa RIA Novosti del
26 de febrero, Shoigu dijo que Rusia "está planeando expandir su presencia
militar permanente fuera de sus fronteras estableciendo bases militares en
países extranjeros", incluyendo Venezuela, Nicaragua, Cuba, Vietnam y
Singapur. "Estamos cerca de firmar documentos relevantes", dijo
Shoigu, según RIA Novosti. La agencia agregó que Rusia está buscando
"expandir su influencia global". Actualmente, Rusia tiene sólo una
base fuera del territorio de la antigua Unión Soviética, en Tartus, Siria.
Además de la nave de inteligencia rusa que fue
vista en el puerto de La Habana el 27 de febrero, al menos otros cuatro buques
visitaron Venezuela en agosto, según reportó el diario El Universal de
Venezuela.
La mayoría de los analistas políticos y militares
en Washington me dicen que Rusia no está pensando en abrir bases militares en
América latina, sino estaciones de recarga de combustible y apoyo logístico
para sus barcos y aviones. O sea, algo mucho menos dramático que bases
militares. Una de las teorías más generalizadas es que el presidente ruso,
Vladimir Putin, está queriendo enviarle un mensaje a Estados Unidos, en
respuesta a la creciente penetración de Washington en los países de la ex Unión
Soviética. "Los rusos sienten que Estados Unidos se está metiendo en su
esfera de influencia y su respuesta es meterse en la esfera de influencia de
Estados Unidos", me dijo Carl Meacham, director de Asuntos
Latinoamericanos del Centro de Estudios Estratégicos Internacionales en Washington.
El nerviosismo de Rusia ha ido en aumento por la
expansión de la alianza militar de la OTAN en Europa del Este y, más
recientemente, por la intención de Ucrania de unirse a la Unión Europea, dicen
muchos analistas. Otros señalan que Rusia, que está atravesando problemas
financieros, quiere aumentar su presencia militar en Venezuela, Nicaragua y
Cuba porque quiere vender más armamentos a estos y otros países.
En los últimos 12 años, Rusia ha vendido más de
14.000 millones de dólares en aviones y otros armamentos a países
latinoamericanos, de los cuales casi el 80% fue a Venezuela, según la empresa
estatal rusa de armamentos Rosoboronexport.
Los funcionarios del gobierno estadounidense son
escépticos respecto de que lleguemos a ver bases militares rusas en América
latina. Pero los republicanos de línea dura en Washington ya están acusando al
gobierno de Obama de mostrar debilidad ante las supuestas intenciones militares
rusas en América latina. "Los rusos se están metiendo en un área que
Estados Unidos ha descuidado", dice Roger Noriega, investigador del
American Enterprise Institute en Washington y ex jefe de Asuntos
Latinoamericanos del Departamento de Estado durante el gobierno de George W.
Bush.
Mi opinión: me cuesta tomar las declaraciones del
ministro de Defensa ruso demasiado en serio, porque Rusia es un país
económicamente quebrado, que difícilmente puede permitirse una expansión
militar.
A pesar de la anexión de Crimea y del obvio deseo
de Putin de reconstruir el antiguo imperio soviético -ya no con ideología
comunista, sino con un "capitalismo de compadres"-, el hecho es que
el PBI de Rusia en términos nominales es menor que el de California y que el de
Brasil. Rusia quiere volver a ser superpotencia, pero no tiene con qué.
Con todo, Putin es el típico líder megalómano que
está más interesado en lograr que su país sea poderoso que en la prosperidad de
sus ciudadanos. Podría tratar de establecer algún tipo de presencia militar en
países amigos de América latina para dar una imagen de fuerza y para tratar de
vender más armas. Si eso ocurre, Washington tratará de rearmar a sus amigos en
países vecinos y veremos una nueva carrera armamentista en la región entre
Estados Unidos y Rusia. Los vendedores de armas de Washington y Moscú se harán
más ricos, y los países latinoamericanos, más pobres.
© LA NACION.
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