El ex presidente
brasileño Fernando Henrique Cardoso considera agotado el proyecto político del
gobernante PT.
LUIS
PRADOS / CARLA
JIMÉNEZ São Paulo
El expresidente brasileño Fernando Henrique Cardoso. / BOSCO MARTÍN
Padre del Plan Real, que acabó en el dragón de la inflación hace ahora
20 años, y arquitecto junto con su sucesor Luiz Inázio Lula da Silva del
periodo de mayor prosperidad y democracia de la historia de Brasil, el ex
presidente Fernando Henrique Cardoso (Río de Janeiro, 1931) repasa, en
conversación con EL PAÍS, la encrucijada brasileña en este año de Mundial de Fútbol
y elecciones y cuando el idilio de los mercados con el gigante suramericano
parece definitivamente acabado.
De una elegancia personal e intelectual poco frecuente entre los
políticos, el líder histórico del Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB)
considera agotado, pese a reconocer sus méritos, el proyecto político del
Partido de los Trabajadores (PT), cree necesaria la entrada de aire fresco en
los palacios del poder –“ha llegado el momento del cambio, se requiere gente
con una visión distinta”- y expresa su preocupación por que Brasil pierda pié
en la escena internacional y en América Latina en particular.
Pregunta. Desde hace un tiempo parece que se ha acabado el idilio de los
mercados con Brasil, que se ha perdido la confianza. ¿Qué está pasando?
Respuesta. Se exageró sobre los éxitos como se está exagerando ahora con las
dificultades. Ni antes volábamos tan alto ni ahora vamos tan mal. Se perdió el
ímpetu de las condiciones externas favorables y de las reformas anteriormente
hechas, que de hecho no hemos profundizado. No nos dimos cuenta de que vivíamos
una ventana de oportunidad, no un estado permanente. El Gobierno de Lula tuvo
un error estratégico y otro de manejo. El primero fue la creencia en que habría
un declive de Occidente, lo que salvo en el caso de China, es discutible. Creo
que está muy bien que se fortalecieran las relaciones sur-sur, pero no en detrimento
de las relaciones con el mundo occidental. Además, hubo también una especie de
gran ilusión, como si se hubiera descubierto la piedra filosofal, con el
crédito y el consumo como claves del crecimiento. Eso es mitad verdad, la otra
mitad es que falta inversión. Se han paralizado las reformas y existió también
un temor metafísico a las privatizaciones, que paralizó la inversión en
infraestructuras cuando había abundancia de capitales.
P. Por lo que dice parece que el país está secuestrado por los prejuicios
ideológicos PT.
R. Sí, creo que hay algo de eso. No tanto en el sentido del
socialismo, sino en el sentido de la injerencia estatal. Aquí no hay nada de
socialismo. Lo que hay es la visión de que la palanca gubernamental lo puede
todo. Crearon realmente un matrimonio entre los negocios y la banca oficial. Yo
siempre digo que lo que importa es que haya reglas de mercado, no negocios.
Negocios no es algo que el gobierno tenga que hacer.
P. Lo que además suele generar corrupción…
R. La corrupción fue más grave antes, durante el Gobierno anterior.
La novedad es que la corrupción ahora es grupal y antes era individual, y eso
da una especie de absolución: si es para el partido sí, entonces no es pecado.
Pero lo más grave es el descrédito creciente de la clase política. El Congreso
da la impresión al pueblo de que no discute nada relevante y que los temas son
tratados por el Ejecutivo. La agenda política nacional es un poco semejante a
la que había en el régimen militar, cuando el Gobierno anunciaba proyectos de
impacto para la sociedad y el Congreso quedaba al margen.
P. Algunos analistas sostienen que el PT confunde partido y Estado.
R. Así es. La diferencia entre el PSDB y el PT no es la política
económica, es la política. La idea de si la sociedad civil tiene que tener un
papel más grande o más pequeño. Estamos volviendo a una situación que tiene
raíces profundas en Brasil y en el mundo ibérico. En México cuando llegó el PRI
había una frase que resumía eso, aquella de que “fuera del presupuesto no hay
salvación”. Aquí estamos acercándonos a eso. Todos quieren tener un pedazo del
presupuesto, lo que no es de izquierdas ni de derechas. Es corporativismo y
clientelismo.
P. Sin embargo, parece que hay gente que quiere otra cosa.
R. Sí, las manifestaciones populares van en esa dirección. No tienen
conciencia plena de sus objetivos pero sí expresan un malestar. No estoy seguro
de que el Gobierno gane las elecciones. Tienen opciones de ganar, tienen poder,
tienen recursos y todo eso, pero hay un sentimiento de malestar que no es
exactamente un sentimiento anti gobierno ni anti PT. Es un sentimiento más
generalizado. Hay tanta propaganda de ese Brasil maravilla, del Brasil
oficial.., pero existe el Brasil real, que tiene problemas. No es tan malo como
antes, mejoró, pero la gente quiere más. Quiere una cosa que antes no quería
con tanto énfasis: calidad y justicia. No soy pesimista, pero de telón de fondo
hay una crisis mundial de la democracia representativa. Es una situación
delicada que requiere un liderazgo con más visión.
P. Recientemente la directora del IBOPE nos decía que hay un deseo de
cambio en la opinión pública, pero que la oposición no lograba representar ese
sentimiento.
R. En un cierto momento las ideas en política tienen que tener a
alguien que las exprese. Ahora no se pueden expresar porque la televisión solo
informa del gobierno. Además hay un otro fenómeno que todavía no sabemos
evaluar que son las redes sociales, que crean corrientes de opinión, que los
partidos no saben aún cómo manejar
P. También existe la sensación de que falta un proyecto nacional.
La novedad es
que la corrupción ahora es grupal y eso da una especie de absolución: si es
para el partido, entonces no es pecado
R. Un poco es eso lo que ocurre. Falta quien formule el proyecto, de una
manera accesible, que la gente lo sienta. Habría que emplear un lenguaje más
verdadero. Aquí la gente está acostumbrada a un discurso que no es sincero. La
crisis no nos afecta, la culpa es del extranjero, etcétera. No. Tenemos
problemas, podemos vencerlos pero tenemos problemas. Ojalá algún candidato,
espero que de mi partido, tenga el coraje de decir las cosas con sencillez, de
una manera que la gente se convenza de que hay un camino. Y no es fácil porque
perdimos el buen momento para seguir ajustando a Brasil.
P. ¿Cree que Brasil entrará en recesión este año?
R. El crecimiento será pequeño. Creo que llegará un momento en el que
cualquiera que sea el ganador de las elecciones tendrá que hacer un ajuste.
Probablemente en 2015. Y sea quien sea el gobernante va a pasar momentos
difíciles porque el ajuste siempre es duro. No soy pesimista sobre Brasil
porque las bases de la economía son buenas. Pero eso no significa que el
gobierno no tenga que tomar medidas. En términos comparativos, México está
mejor ahora porque está vinculado a EE UU y los mexicanos están haciendo
algunas reformas. Tardarán mucho en hacerlas, pero las están haciendo. Hay
energía y espíritu para hacerlo. Colombia también
P. Incluso Perú.
R. Sí, los países del Pacífico. Brasil ha perdido importancia en la
América Latina. Lo que está pasando ahora en Venezuela. ¿Cuál es la palabra del
Gobierno de Brasil?
P. Hubo una declaración de Mercosur…
R. Fue una vergüenza. Brasil no tiene esa posición, no puede tener
esa posición. Pierde relevancia así. El gobierno, desde la época de Lula, ha
estado muy temeroso de lo que sucede en el arco bolivariano, sin darse cuenta
de que el otro arco, el del Pacífico está avanzando y nosotros estamos
aislados. Creo que ha llegado el momento de cambiar a quien manda hoy. No digo
que no puedan volver, ni creo que todo lo que se hizo fue equivocado. No lo
fue. Pero llegó la hora. Cuatro años de más de lo mismo es peligroso. Aún en el
caso de que en los próximos cuatro años el gobierno entienda que tiene que
hacer cosas, va hacerlas en contra su sentimiento más profundo y eso no
funciona bien.
P. ¿Por qué la oposición aún no logra mostrarse como algo distinto,
como una verdadera alternativa?
R. Creo que le faltó la convicción de que lo que lo decía era lo
correcto. Hubo una especie de achicamiento ideológico. La gente creyó mucho en
la palabra del PT. Hay que ser más frontal. Ahora hay posibilidades porque lo
están haciendo mal. Ahora hay malestar, es el momento en el que la gente puede
escuchar otra voz. Ojalá la haya y la escuchen. Hoy por primera vez, vamos a
unas elecciones en las que sectores importantes del gobierno se pasaron a la
oposición: Marina Silva y Eduardo Campos. Los dos fueran ministros de Lula. Eso
significa que probablemente la diferencia tan fuerte que tuvo Dilma en votos en
el Nordeste y en el Norte, no la vaya a repetir. Primero porque Campos es del
Nordeste, de Pernambuco, y allí tiene fuerza. Segundo porque la oposición ganó
en Bahía, en Alagoas, en Sergipe, en Piauí, en Pará y en Amazonas. Eso
disminuye probablemente la votación de Dilma allá y de São Paulo al Sur,
siempre ganamos. Aécio Neves tiene la ventaja de que tiene Minas Gerais, que es
un Estado fuerte. La pelea va a estar en São Paulo y hasta cierto punto, en Río
de Janeiro. Hay mejores oportunidades. Si van a concretarse o no depende no
solo de la economía, sino del Mundial de Fútbol, del sentimiento de la gente,
del desempeño de los candidatos. Porque en países como Brasil donde los
partidos cuentan poco, lo que cuenta son las personas.
P. ¿Qué reformas son prioritarias?
R. La primera reforma es la política. Es difícil imaginar que pueda
funcionar un país con 30 partidos en el Congreso y 39 ministerios, es una
receta para la parálisis del sistema. Este sistema tiene que cambiar, pero no
hay fuerza en el interior de los partidos que se mueva en esa dirección. Cuando
hicimos la Constitución nunca imaginamos que hubiera 30 partidos, que no son
partidos sino grupos de interés que buscan participar del botín del Estado.
P. Se llevan 15 años hablando de la reforma política
R. La presidenta Dilma intentó hacerla cuando las manifestaciones de
junio, pero no hubo una articulación, solo hubo un ímpetu presidencial
positivo. Creo que ahora es tarde porque ya estamos en campaña electoral. Hay
que hacerla antes o después. Y requiere grandeza.
P. ¿Cómo va a romper Brasil ese aislamiento en América Latina del que
hablaba antes?
R. Se tiene que romper con hechos, no con palabras, y creo que ha
llegado el momento de un cambio de gobierno. Se requiere gente con una visión
distinta. Sería positivo para Brasil que la oposición ganara, no necesariamente
mi partido, si no la oposición. Mercosur fue positivo, permitió que por lo
menos Brasil y Argentina superaran su relación de tensión, el comercio se
intensificó mucho entre los dos países, pero se estancó. Y ahora es realmente
una camisa de fuerza porque la economía brasileña ha crecido mucho,
sobrepasando a Mercosur. Tendríamos que cambiar, pero implica otra visión
estratégica. ¿Qué va a pasar en los próximos 20 años? Yo creo que va a haber un
afianzamiento de la relación entre China y EE UU, y Europa, y el tablero
mundial va a tener más jugadores. El problema de Brasil es que tiene todo para
entrar en ese tablero pero tiene también todo para perderlo si no se afianza
más, actuando, tomando posición en América Latina, por ejemplo. ¿Por qué no
decir una palabra sobre Venezuela, ni a favor ni en contra, sino de diálogo, de
entendimiento?
P. En la relación de Brasil con Cuba, ¿qué pesan más: la búsqueda de
beneficios o las razones ideológicas?
R. Hay de las dos cosas. Lo que más me preocupa es por qué no se hace
con más claridad, por qué los acuerdos son tan secretos. En sí mismo que Brasil
se esté posicionando en el Caribe no está mal. Yo nunca tuve posición
anticubana, nunca he apoyado el embargo americano. Pero el modo en que se hace
da la impresión de que hay algo más ideológico que pragmático.
P. ¿Se ha perdido la oportunidad de entenderse con Obama?
R. Creo que sí, pero soy crítico con muchas cosas, por ejemplo, con
la cuestión del espionaje que es inaceptable. Creo que Dilma tuvo razón al no
ir a EE UU en aquel momento, aunque yo hubiera aplazado el viaje, no
clausurado. Y enseguida tomó la decisión sobre los aviones de combate. En mi
época la Fuerza Aérea era favorable a los aviones suecos, pero ¿por qué hacerlo
inmediatamente después? No son gestos constructivos y eso no quiere decir que
Brasil tenga que alinearse con EE UU, pero no tiene que tener una actitud anti
porque no corresponde al mundo actual.
P. ¿Qué tiene que cambiar en el PSDB para que Brasil se case de nuevo
con él?
R. Creer que tiene algo que ofrecer de mejor calidad para el pueblo.
Los brasileños quieren estándar global, mejor salud, mejor educación, mejor
seguridad, mejor transporte…Hay que demostrar que es mejor modernizar en beneficio
del pueblo que no hacer nada y hacer demagogia. El candidato tiene que inspirar
confianza. Lo que le falta a Dilma es esa confianza en que sea capaz de llevar
adelante al país. Ahora de los sectores altos y medios, mañana del pueblo.
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