Por: Georgina Higueras | 30 de noviembre de 2012
Más de tres décadas de coerción a la mujer para que no tenga más que un hijo han logrado, según el Gobierno chino, impedir una explosión demográfica que habría situado la población nacional en 1.750 millones de habitantes, en lugar los 1.350 que tiene el país en la actualidad. Pero también ha causado un enorme malestar entre la mayoría de los ciudadanos y un envejecimiento poblacional que amenaza el avance del gigante asiático. De ahí que la balanza se inclina ahora por relajar la política del hijo único y permitir una ampliación paulatina y ordenada de la familia.
En unas declaraciones al gubernamental China Daily, Zhang Weiqing, que desde marzo de 1998 hasta el mes pasado ha sido ministro de la Comisión de Planificación Familiar, ha anunciado “el año próximo el Gobierno va a tomar acciones” encaminadas a facilitar que las parejas urbanas tengan un segundo hijo. Según Zhang, la medida se tomará de forma “gradual”, comenzando por las parejas en que uno de los miembros sea hijo único.
La normativa actual señala que para poder tener dos hijos en las ciudades se exige que ambos progenitores sean hijos únicos. Los campesinos están autorizados a tener otro hijo si el primero es una niña, ya que tradicionalmente las hijas se marchan al casarse a la casa de los suegros, por lo que los agricultores se quedan sin apoyo para cultivar los campos. Esta arraigada costumbre es una de las principales causas del grave desequilibrio de género de la China actual, en la que, según el censo de 2011, hay 118,06 varones por cada 100 mujeres.
Durante estas tres décadas millones de chinas han sufrido el acoso de los funcionarios de la Comisión de Planificación, que han violado sus derechos más íntimos en aras de impedir un segundo embarazo. Las denuncias de abortos forzosos llevaron al activista ciego Chen Guangcheng a enfrentarse a las autoridades locales en defensa de las mujeres, lo que le condujo a la cárcel, al arresto domiciliario y finalmente a su exilio en Estados Unidos.
Durante estas tres décadas millones de chinas han sufrido el acoso de los funcionarios de la Comisión de Planificación, que han violado sus derechos más íntimos en aras de impedir un segundo embarazo. Las denuncias de abortos forzosos llevaron al activista ciego Chen Guangcheng a enfrentarse a las autoridades locales en defensa de las mujeres, lo que le condujo a la cárcel, al arresto domiciliario y finalmente a su exilio en Estados Unidos.
Este año, la población urbana china ha superado a la campesina y los demógrafos esperan que el ritmo de urbanización se acelere. Zhang indico que la relajación de la política del hijo único comenzará en las provincias “más productivas económicamente”, es decir, en las costeras, que es donde el descontento es mayor. Provincias como Guangdong, fronteriza con Hong Kong y corazón industrial de la llamada fábrica del mundo han visto reducir su capacidad productiva por falta de mano de obra tras una escalada insostenible de salarios.
Zhang, actual director del Comité de Población y Recursos de la Conferencia Consultiva Política del Pueblo Chino (un cargo sin poder ejecutivo), subrayó que el cambio en la política de natalidad es “inevitable” porque la segunda potencia económica mundial se enfrenta a “problemas poblacionales cada día más complicados, que van desde el envejecimiento a la migración masiva [del campo a la ciudad] pasando por un enorme desequilibrio de géneros”.
Naciones Unidas ha advertido a China del rápido envejecimiento de su población, que pasará de los 110 millones de ciudadanos mayores de 65 años en 2010 a 357 millones de mayores en 2060. Esto convierte a China en el primer país del mundo que es viejo antes que rico.
El censo de 2011 reveló que los menores de 14 años son solo el 16,6% de la población china, lo que supone 6,29 puntos porcentuales menos que en el censo de 2000. En esta primera década del siglo XXI la población aumentó en 73,9 millones de personas, un 5,8%, frente al 11,7% que creció en la década anterior (1991-2000).
En la actualidad, el índice de fecundidad chino -el promedio de hijos por mujer- es de 1,7, por debajo del 2,1 necesario para mantener la población. Zhang señaló que la flexibilización de la política del hijo único no va a provocar una tasa de fecundidad superior a 1,8, que consideró un nivel apropiado para China.
El primer signo oficial de que el Gobierno va a cambiar esta impopular política lo lanzó el pasado 8 de noviembre el presidente Hu Jintao, durante el discurso de apertura del XVIII Congreso del Partido Comunista Chino. Hu omitió la consabida frase de “mantener bajos niveles de reproducción” y, por el contrario, habló de “mejorar gradualmente la política de población y promover un crecimiento poblacional equilibrado a largo plazo”.
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