La
‘primavera árabe’ ha eclipsado el proceso de paz con Israel
La
falta de opciones y la frustración pueden generar un nuevo estallido de
violencia
El problema palestino
solía ser considerado el nudo de Oriente Próximo, la madre de todas las crisis.
Pero ahora, con la región hirviendo, los palestinos parecen haberse convertido
en una cuestión secundaria. Refugiados, hacinados, sometidos a la ocupación
militar y casi olvidados, la muerte del proceso de paz con Israel les coloca
ante una difícil situación: “Si se nos cierran todas las opciones”, afirman,
“el único resultado posible es la violencia”.
Hanan Ashraui, la mujer
más destacada en la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), colega del primer ministro, Salam
Fayad, en el partido pragmático Tercera Vía y veterana en las negociaciones con
Israel, admite que la opción de los dos Estados está esfumándose y se llega a
un punto sin salida. “Estamos debatiendo sobre la redefinición de las
relaciones con Israel, lo que incluye la posibilidad de romper relaciones”,
explica. ¿Y más allá? “Debemos estar preparados para todo”, dice.
Según Ashraui, “la
fuerza de los hechos coloca la opción del Estado único, en el que israelíes y
palestinos convivan de alguna forma, como la más viable, aunque ahora no
muestre ninguna viabilidad”. Entretanto, la frustración puede provocar un nuevo
estallido de violencia más o menos espontánea e incontrolable.
El presidente de la
Autoridad Palestina, Mahmud
Abbas, prepara una
última carta al primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu. Pero aún no sabe qué decirle. Abbas ha
llegado también, en un sentido personal, a un punto sin salida. Por más que las
conversaciones sigan prorrogándose, resulta evidente que no dan resultado sus
esfuerzos por alcanzar un acuerdo con Hamás, el partido palestino islamista que
gobierna en la franja de Gaza y compite con la OLP , que permita acabar con la división entre
Gaza y Cisjordania, convocar elecciones y situar a un hombre nuevo en la
presidencia.
Hamás, dividido entre
los “realistas” del teórico líder Jaled Mashaal y los “resistencialistas” del
primer ministro de Gaza, Ismail
Haniya, descolocado
por la ruptura con el régimen sirio que le dio amparo durante años, y buscando
una ubicación en la gran Intifada árabe, es un interlocutor errático. Como el
propio Abbas, que pasa más tiempo en Jordania que en su oficina de Ramala y que
según uno de sus colaboradores “se muestra melancólico y sin muchas
esperanzas”.
“La carta de Mahmud
Abbas pondrá posiblemente el cierre a 20 años de proceso de paz”, comenta un
diplomático europeo. “La realidad es innegable: en su último discurso ante el
AIPAC [el influyente Comité de Asuntos Públicos Americano-Israelíes], Barack
Obama ni siquiera planteó la cuestión palestina. Y en su reciente encuentro en
Washington, Obama y Netanyahu hablaron de Irán, no de los palestinos. Se ha
llegado a un punto muerto”, explica el mismo diplomático.
Israel ha conseguido
crear un clima de histeria en torno al programa nuclear iraní que monopoliza la
atención diplomática. Barack Obama trabaja para su reelección en noviembre.
Netanyahu tiene elecciones el año próximo. “Tenemos por delante año y medio en
que las cuestiones electorales lo frenarán todo, así que nos preparamos para
trabajar en cuestiones de gestión como los asentamientos o la redefinición del
área C dentro de los territorios ocupados, sin pensar en soluciones
definitivas”, indica otro diplomático vinculado a Tony Blair, enviado especial
del Cuarteto (Estados Unidos, Unión Europea, Rusia y ONU) a Oriente Próximo.
El alejamiento de EEUU
del problema palestino resulta tan claro que los británicos, habitual puente de
conexión entre Washington y Bruselas, presionan a los diplomáticos
continentales para que “asuman iniciativas”. Pero la UE , ocupada en sus propios
recortes financieros y sin influencia real, tampoco está por la labor.
Israel aprovecha a su
vez este vacío para incrementar sus operaciones de “seguridad” dentro de los
territorios ocupados. Las incursiones nocturnas de tropas israelíes en el
terreno teóricamente exclusivo de la Autoridad Palestina
para detener personas vagamente sospechosas o para cerrar emisoras televisivas,
son cada vez más frecuentes. La bomba con la que Israel mató el pasado día 9 a Zuhair
el Qaisi, jefe del
Comité de Resistencia Popular en Gaza y uno de los responsables del secuestro
del soldado Gilad Shalit en 2006, demostró que la guerra sigue presente en la Franja. El fuego
cruzado en los cuatro días posteriores, en el que murieron dos docenas de
palestinos (cinco de ellos, civiles) y ningún israelí, demostró que la
desigualdad de fuerzas sigue siendo inmensa.
“Abbas ya no tiene el
respaldo de ningún país árabe porque están todos ocupados con sus conflictos
internos y con los cambios en la región. Se ha quedado solo frente a Hamás y
frente a Israel”, afirma un diplomático israelí, que admite que “el proceso de
paz en los términos definidos desde los años noventa ya no tiene validez y nos
enfrentamos a una situación nueva”. Según esa fuente israelí, los palestinos
tendrán que aceptar que “se abre un largo período de incertidumbre” y que
Israel no hará ninguna concesión “hasta que la situación en Oriente Próximo se
estabilice”.
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