Los sábados de Islandia llegaron al 15-M
La revolución islandesa y su reforma constitucional, junto a las revueltas árabes, pasando por el fenómeno Wikileaks y las redes sociales han prendido la mecha
ÓSCAR GUTIÉRREZ/ Madrid 17 MAY 2011 - 21:54 CET
Hördur Torfason se acercó una mañana de octubre de 2008 hasta el que los islandeses llaman Althing, el Parlamento situado en la capital de Islandia, Reikiavik. Para entonces, el mayor banco del país, el Kaupthing, ya había hecho crack y el sistema financiero islandés estaba patas arriba. Torfason, junto a su guitarra, cogió un micrófono y abrió el canal para que los ciudadanos que quisieran expresar su malestar ante el revolcón que estaba sufriendo el país dijeran lo que pensaban. El sábado siguiente, la iniciativa de Torfason reunió a decenas de personas en el mismo punto. Los sábados de aquel otoño, ligados por el movimiento Voces del Pueblo, llevaron al anuncio de disolución del Parlamento y convocatoria electoral el 23 de enero de 2009. Y condujeron el murmullo ciudadano islandés hasta las gargantas de los miles de manifestantes reunidos en varias ciudades españolas el pasado 15 de mayo: “España en pie, una Islandia es”; “Nuestro modelo es el islandés” fueron algunos de los gritos lanzados al aire.
Los islandeses no se quedaron ahí. Sacudieron los cimientos del Gobierno, persiguieron a los banqueros que les llevaron a la bancarrota y dijeron ‘no’ en referéndum a la devolución a Reino Unido y Holanda de una deuda de 4.000 millones de euros. Y aún más -quizá lo que realmente gusta entre los que pisotean las calles, sobre todo, desde el 15M-: formaron una asamblea de 25 ciudadanos elegidos para llevar a cabo una reforma constitucional. Toda una revolución silenciosa en medio del protagonismo mediático de las revueltas árabes que el ingobernable canal de las redes sociales se encargó de rescatar.
Pero no solo de Islandia, un país de unos 320.000 habitantes, viven los que claman por una democracia real. No en vano, la organización que aglutina las movilizaciones, Democracia Real Ya, cuenta entre sus propuestas con unos 40 puntos que van desde el control del absentismo parlamentario a la reducción del gasto militar, pasando por la abolición de la ley Sinde. Y entre las adhesiones que ha arrancado este movimiento aparecen ya unas 500 organizaciones de toda índole. Pero ningún partido. Tampoco sindicatos. Los frentes de las marchas se multiplican sin hilo como lo hicieron los que acabaron bajo el paraguas de la antiglobalización o altermundialismo -Attac apoya las protestas- y que hoy viven, una década después de su nacimiento de la mano del Foro Social Mundial de Porto Alegre (Brasil), en un escenario más modesto que el que les enfrentaba antaño al elitista Foro Económico Mundial de Davos (Suiza).
Precisamente en Islandia, el australiano Julian Assange, editor de Wikileaks, encontró un teatro perfecto para llevar su proyecto a primera plana. Tal fue el éxito, que el Parlamento islandés adoptó un proyecto para reformar la ley de prensa siguiendo el modelo de transparencia y respeto a la libre expresión de la web de filtraciones. Así reza otra de las propuestas de Democracia Real Ya: “Protección de la libertad de información y del periodismo de investigación”. Wikileaks, la revelación sin freno de documentos públicos a través de la Red, sin intervención, en primera instancia, de los medios tradicionales, santos de poca devoción para muchos de los asistentes a las manifestaciones de estos días, ha sido otro de los combustibles de la mecha que prendió definitivamente el 15-M. No solo por la imagen de Assange, un ciberanarquista por el que se han manifestado cientos de personas tras ser acusado y detenido por supuestos delitos de abuso sexual. Sino por el destape en plena crisis económica de los abusos de los poderes, de la corrupción y el fraude político, principal diana de los dardos del Movimiento 15M.
Y todo esto a velocidad de crucero a través de una Red que ha multiplicado el eco del descontento y ha abierto la vía al hackeractivismo de colectivos como Anonymous, notable durante la campaña de defensa a Assange interviniendo contra empresas como PayPal o Visa, pero presente también en los inicios de las revueltas en el mundo árabe para posibilitar el sorteo de la censura de las dictaduras tunecina y egipcia. Revoluciones que han crecido y madurado mientras que los jóvenes franceses, italianos, ingleses y griegos se lanzaban a las calles para vetar los planes de recortes sociales con los que Europa ha reaccionado a la fuerte recesión económica. España esperaba.
Arrancó primero Nolesvotes, una iniciativa que insta a evitar llenar las urnas de papeletas de PP, PSOE y CiU acusándoles de aprovecharse de la ley electoral para perpetuarse en el Parlamento con unos “niveles de corrupción en España alarmantes”. Le siguieron llamamientos en el Congreso de movimientos como Avaaz o Actuable por unas listas electorales limpias de políticos imputados. Y continuaron los cerca de 2.000 jóvenes que secundaron las marchas de Juventud sin Futuro el pasado 7 de abril, un primer ensayo modesto de lo que el 15M reventó en un clamor popular en varias ciudades españolas.
“¡De mayores queremos ser islandeses!”, clamó uno de los animadores de la organización durante la marcha del pasado domingo 15 de mayo ante una columna de jóvenes y no tan jóvenes, padres y niños, estudiantes y trabajadores, parados y jubilados. Muchos fueron los sábados en Islandia que provocaron el cambio que pedían los ciudadanos. En España, al domingo, por el momento, le siguió el martes.
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