Majestuoso testimonio de un poder agostado

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martes, 17 de mayo de 2011

Inmigración: el tema que divide a los EEUU


Inmigración: el tema que divide a los EEUU
Por Inés Gaos | Desde Miami

En el lapso de una sola semana distintos hechos revelaron la urgencia del debate: leyes estaduales, un discurso presidencial y una disputa judicial. Infobae América consultó las visiones que se oponen

El viernes 13 de mayo, el gobernador de Georgia promulgó una ley restrictiva al estilo de la de Arizona. La semana anterior, sobre el borde del fin de las sesiones anuales, el Senado de la Florida aprobó un proyecto que había comenzado con ese tono pero había entregado en la negociación los puntos más conflictivos: casi una garantía de que la ley no obtendrá los votos de los representantes, más duros que los senadores.

En los días intermedios, el presidente Barack Obama dio un discurso apasionado en El Paso, ciudad lindera con la mexicana Ciudad Juárez. Allí volvió a promover la reforma integral del sistema: "Estamos hoy en la frontera porque reconocemos que ser una Nación de leyes va de la mano con ser una Nación de inmigrantes". Y la gobernadora de Arizona, Jan Brewer, anunció que iría a la Corte Suprema para discutir una decisión judicial contra partes de la polémica Ley 1070, según la cual la normativa federal entra en conflicto con la estadual.

"Los inmigrantes ilegales son una carga muy grande, especialmente en los niveles estatales y locales de gobierno", dijo a Infobae América Jack Martin, director de Proyectos Especiales de la Federación para la Reforma Inmigratoria en los Estados Unidos (Federation for American Immigration Reform, FAIR), una organización que se opone a cualquier flexibilización de las pautas de residencia actuales y a cualquier forma de amnistía o facilitación del camino a la ciudadanía para los inmigrantes sin papeles que se hallan ya en el país.

Con el punto de vista opuesto, Michelle Mittelstadt, directora de Comunicación del Instituto de Política Migratoria (Migration Policy Institute, MPI), declaró a esta web que "las políticas que dominan el sistema migratorio de los Estados Unidos se han mantenido sin cambio en lo esencial durante décadas, y no se han adaptado al paisaje más competitivo de la economía global".

Esas visiones son una muestra exacta de cómo el tema divide a la sociedad estadounidense en todas las direcciones. No sólo reproduce la polarización entre demócratas y republicanos, sino que dentro de cada partido chocan visiones diferentes. Muchos republicanos todavía critican la amnistía de 1986 que legalizó a casi 3 millones de personas sin papeles -y sucedió bajo el gobierno de Ronald Reagan.

Muchos demócratas reprochan a Obama que, en líneas generales, haya mantenido los criterios de George W. Bush y que bajo su mando se estén produciendo deportaciones en cifras récord: 400.000 personas al año. Fue precisamente Bush quien intentó por última vez, antes de Obama, que el Congreso pasara una reforma migratoria, en 2007. Pero la oposición más conservadora de su propio partido ahogó la iniciativa.

Arizona y otros estados con leyes propias

Como consecuencia de ese fracaso, una serie de leyes estaduales se ocupó del tema: más de 200 normas que dificultan la tramitación de licencias de conducir (el documento más común en el país), limitan el acceso a los servicios públicos y endurecen el castigo al tráfico humano. Pero también hubo normas más polémicas.

En seis estados se propusieron leyes como las que se promulgaron en Arizona y Georgia, con puntos que desataron polémica como la posibilidad de que la policía verifique el estatus migratorio de una persona a la que supone sospechosa de estar en el país sin autorización. También se considera un delito menor que el inmigrante no lleve sus papeles consigo. Y cinco estados coordinaron iniciativas para cancelar la nacionalidad automática de los niños nacidos en los Estados Unidos si sus padres son ilegales, iniciativa que contradice la Enmienda 14 de la Constitución.

El senador estadual de Florida J.D. Alexander, quien dio los últimos pasos en la negociación de una ley similar a la de Arizona, no sólo terminó por votar en contra de la propuesta de su partido sino que criticó el sistema e-Verify, que utiliza el gobierno federal de los Estados Unidos para saber que un trabajador está en condiciones legales. Alexander es un productor de cítricos y utiliza el sistema, al que le encuentra "el potencial de equivocarse", según dijo. "Lleva un tiempo realmente conocer la respuesta y es bastante caro."

"En un mundo ideal controlaríamos nuestras fronteras", dijo. Pero en la vida real, los inmigrantes sin papeles en los Estados Unidos son 11,2 millones. "Parece un desafío importante que de pronto les digamos que ya no pueden quedarse", dijo Alexander, reconociendo el otro problema de esta situación de hecho: la mayor parte lleva muchos años ya en el país.

El peso del electorado hispano

El tema será uno de los ejes de la campaña por la reelección de Obama, cuya imagen sufrió por la crisis económica (tal como se vio en las últimas elecciones parlamentarias, que favorecieron a los republicanos) pero mejoró con la muerte del líder del grupo terrorista Al-Qaida, Osama Bin Laden. Para ganar, Obama necesita captar al electorado los hispanos, que en los comicios del 2008 lo prefirieron en un 67 por ciento.

Los latinos no sólo constituyen la primera minoría étnica de los Estados Unidos, sino que son decisivos en los estados del Sur, de enorme importancia electoral. A ellos les prometió que en su primer año de gobierno lo verían firmar una ley de reforma migratoria, compromiso con el que no pudo cumplir.

Entre los inmigrantes ilegales, la mayor proporción -se estima que la mitad- proviene de México. La razón es sencilla: el promedio del jornal es de 4.15 dólares la hora y aún menos en las áreas rurales, mientras que al otro lado de la frontera el mínimo es de 7.25 dólares.

Es la economía, otra vez

En las últimas décadas, bajo la mayor ola de inmigración luego de finales del siglo XIX, por primera vez los inmigrantes ilegales a los Estados Unidos superaron a los legales. A pesar de la crisis, de los 11.2 millones, 8 millones son trabajadores ilegales, lo cual representa el 5 por ciento de la fuerza laboral del país. Por eso Obama dijo que "la reforma migratoria es una necesidad económica".

La organización FAIR no lo entiende así. "La suma de trabajadores contribuye a la expansión de la economía pero por lo general con un costo para los trabajadores estadounidenses, con quienes compiten por los trabajos", dijo Jack Martin. "Y para la viabilidad a largo plazo de la nación en términos de recursos no renovables, del medioambiente y del impacto en la biodiversidad. La visión del presidente ignora esos factores."

Para Michelle Mittelstadt, de MPI, "los Estados Unidos tienen una ventaja natural para atraer la mano de obra más talentosa del mundo, pero la inmigración basada en el empleo representa una proporción demasiado pequeña del total de la inmigración permanente a los Estados Unidos: 15 por ciento. Esa fracción es muy baja cuando uno mira a otras naciones receptoras de inmigrantes en el mundo anglosajón. En Australia, por ejemplo, la corriente migratoria económica representa casi dos tercios del total".

Eso tiene consecuencias, cree: "La falta de una reforma meramente continúa el statu quo, aun si más naciones del mundo continúan ajustando sus sistemas inmigratorios para incorporar el talento extranjero que necesitan sus economías."

La visión de Obama

En efecto, el presidente de los Estados Unidos tiene otras prioridades al hablar del tema, según manifestó en El Paso. "Primero -dijo-, el gobierno tiene la responsabilidad inicial de asegurar las fronteras y hacer cumplir la ley. Segundo, los comercios deben ser sancionados si explotan trabajadores sin documentación. Tercero, aquellos que están aquí ilegalmente tienen también una responsabilidad. Deben reconocer que violaron la ley, deben pagar sus impuestos y una multa, deben aprender inglés. Y deben pasar por una investigación de antecedentes y un proceso prolongado antes de que puedan ponerse en la fila para la legalización."

Como John F. Kennedy, quien acuñó la expresión "una nación de inmigrantes", Obama aspira a acomodar la fuerza creciente de la inmigración en el paisaje de diversidad cultural e igualdad de derechos que ha caracterizado a la sociedad estadounidense. "E pluribus unum", citó en su discurso la frase latina que identificó la unidad de las 13 colonias originales y que hoy se aplica a la pluralidad ciudadana. "De muchos, uno" está inscripto en el Gran Sello de los Estados Unidos.

Es el punto de vista dominante entre las organizaciones hispanas del sur. "Somos una mezcla de razas y culturas", enfatizó la campaña We Are Florida! (¡Somos la Florida!), de la organización no gubernamental Florida Immigrant Coalition (FLIC). "Valoramos y nos enorgullecemos de los aportes de todas las comunidades, incluidos los inmigrantes, que han trabajado duro para traer el progreso a nuestro estado."

El grupo organizó buena parte de la movilización a Tallahasee, capital estadual, contra el proyecto que finalmente aprobó el Senado, aunque con modificaciones que lo hacen demasiado blando para los representantes, por lo cual se espera que no se convierta en ley. Otra muestra a escala de un debate que marcará el porvenir político de los Estados Unidos.

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