Majestuoso testimonio de un poder agostado

Majestuoso testimonio de un poder agostado

domingo, 8 de enero de 2017

Primera sangre

Trump hace un flaco favor a Peña Nieto, al experimentar en México los límites de su política.







La historia es, en muchas ocasiones, cíclica. En las primeras décadas del pasado siglo encontramos un momento parecido al presente cuando las democracias desaprovecharon su victoria sobre Alemania. Luego, llegaron los hijos del crash del 29. Por un lado, Adolf Hitler y, por el otro, Franklin D. Roosevelt que, junto a Stalin y Churchill, reconfiguraron el mundo con otra guerra total y más de 50 millones de muertos. Pero antes de la invasión nazi de Polonia, España fue el ensayo general de aquella brutal y salvaje contienda en la que salió a pasear lo peor de cada casa.
Ahora, en este siglo XXI, si queremos entender en una comparativa histórica lo que Donald Trump pretende hacer con el mundo, hay que darse cuenta de que México se ha convertido en su España, un territorio en el que se decidirá un juego en el que los chinos están presentes y los rusos ausentes y en el que, además, el magnate neoyorquino amenaza con acabar con los tratados de libre comercio, incluso antes de llegar al poder. Quedan 11 días para que jure su cargo como presidente de Estados Unidos y, sin embargo, los daños y la política de tierra quemada en su relación con México son innegables.
No sé por cuánto tiempo el establishment estadounidense seguirá permitiendo a su futuro presidente —elegido democráticamente— que ponga todo en peligro. No sé por cuánto tiempo dejará que el napalm que sale de su cerebro y vuela a lomos del pájaro azul de Twitter siga perjudicando los resultados de Lockheed Martin, una de las empresas de armamento más importantes del mundo, algo que resulta tan grave como perjudicar las cuentas del Pentágono y de los militares que han servido y seguirán sirviendo a Estados Unidos, durante y después de Trump.
Tampoco sé por cuánto tiempo Xi Jinping, el líder chino, podrá aguantar los desafíos que ponen a prueba el verdadero poder y la madurez de China, un país que tiene en sus manos la estabilidad financiera del imperio del Norte. Pero lo que sí sé es que Trump está haciendo un flaco favor al presidente de México, Enrique Peña Nieto, al experimentar en el territorio vecino los límites de su política e impulsar los peores y más bajos instintos de la América blanca que le votó, algo que nadie había tenido el valor de hacer hasta ahora.
Justo cuando todavía estaba caliente la decisión de Ford —obligada por Trump— de suspender la instalación de su nueva planta en San Luis Potosí, terminando con la posibilidad de crear 3.000 empleos directos y 10.000 indirectos, Peña Nieto cogió su bolígrafo y designó a su hombre de mayor confianza —a su otro yo— como secretario de Relaciones Exteriores. Y no es que Luis Videgaray y Enrique Peña Nieto, Enrique Peña Nieto y Luis Videgaray cabalguen juntos, sino que son un binomio que, en un momento de máxima tensión colectiva y de sentimiento de ofensa y humillación social, aceptan el desafío de poner orden desde la cancillería a los experimentos de Trump en México.
Sin duda, será apasionante observar lo que ambos harán a partir de ahora. No sabemos si negociarán con un Trump que no negocia ni con su propia gente ni con su partido o si, por el contrario, entenderán que el nuevo presidente de EE UU ha declarado la guerra a México y no importa si el Estado mexicano no la quiere porque esa guerra ya ha empezado. Si es así, será necesario buscar alianzas que puedan compensar, por una parte, el espíritu de “América para los americanos” que Trump está sacando a pasear, y, por otra, el principio que China defiende con “Asia para los asiáticos” y, en medio, un jugador que espera hacer jaque mate con todo esto y que, sin duda alguna, fue el hombre del año 2016: Vladímir Putin.


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